Existe la percepción de que, a lo largo del tiempo, se ha producido una desvalorización de la figura de de los y las docentes. La periodista argetina Micaela Urdinez aborda el el tema en esta entrada de su blog. En dicha entrada, la periodista recaba la opinión de especialistas en educación, como Florencia Mezzadra, directora del Programa de Educación de Cippec, de quien recoge las siguientes palabras: "La autoridad perdió fuerza en todos los aspectos de la vida: en los padres, las instituciones y también en la escuela. El cargo ya no es sinónimo de autoridad, hoy hay que construirla. A su vez, la escuela dejó de ser el lugar desde donde se imparte el conocimiento, porque hoy está compitiendo con otras fuentes de información que tienen mayor legitimidad por parte de los jóvenes. La culpa no es del docente, sino del sistema que no ayuda a la escuela a estar preparada para su tarea". De Lourdes Majdalani, directora del Centro para el Desarrollo Moral de la Fundación Majdalani, la periodista subraya la idea de que <<los docentes están capacitados para ejercer la autoridad moral que todo maestro debe asumir cuando está al frente de sus alumnos. Pero para ello es imprescindible darles las herramientas necesarias, tanto teóricas como prácticas, para que vuelvan a confiar en ellos mismos. Esto implica trabajar con toda la comunidad escolar: docentes, directivos, alumnos y familias.>>. Micaela concluye que <<el desprestigio docente afecta en la calidad educativa, atenta contra la autoestima y la motivación del docente y se cuela en las aulas. Porque cuando la autoridad pedagógica se pierde, el espacio áulico deja de ser propicio para el aprendizaje>>.
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La profesora apunta que <<siendo conscientes de la gran tarea que realizan los maestros y sabiendo la cantidad de metas que han de cumplir, bien propias de su función, bien atribuidas por la sociedad y los padres, son muchas las ocasiones en las que la figura del profesorado se encuentra en entredicho en nuestro entorno. Toda esta situación ha generado la aparición de «prejuicios» en torno a la imagen del maestro>>. Entre ellos destaca dos:
- El hecho de generalizar a todo el colectivo docente los defectos o características negativas que muestre algún profesor en concreto. Hablamos de impuntualidad, irresponsabilidad, falta de motivación para con sus alumnos, falta de formación…
- La ya sabida suposición de que el profesorado debe tener conocimientos en todos los saberes y ciencias, además de una dedicación plena a la docencia y a los problemas de sus alumnos.
Y prosigue advirtiendo: <<Ni que decir tiene que la familia va a jugar un papel principal en la concepción que el menor tenga de la institución educativa. Si los padres atienden a los diferentes estereotipos, antes comentados, pueden llegar a generar en el menor una imagen falsa de la figura propia de su profesor y de la propia escuela.>>
Las posibles consecuencias de esto que Esther extrae de las ideas de otros autores relevantes para el tema son:
• Descenso en el nivel de confianza en el profesor.
• Pérdida de respeto al docente.
• Entorpecimiento del aprendizaje creando situaciones muy tensas en el aula.
• Ausencia de consideración hacia el centro escolar.
• Incumplimiento de las normas de convivencia en la escuela.
• Deterioro en la exigencia personal del propio alumno/a.
• El alumno/a es consciente de que si se produce un fracaso escolar, sus padres culparán a su profesor/a, nunca a él/ella.
Y concluye que toda esta concepción errónea por parte del alumno/a hacia sus docentes generará un clima hostil en el aula. Por tanto, las diferentes características que determinan la práctica docente han de ser tenidas en cuenta. Añadiendo que <<La labor de los docentes se presenta como una misión muy dura de cumplir, ya que son muchas y diversas las funciones propias de su cargo, más todas aquellas añadidas por parte de las administraciones, así como de la propia sociedad, las cuales, en ocasiones, los desbordan y alejan de su fin último: formar a los menores en una serie de conocimientos, destrezas y valores para que puedan adquirir las capacidades básicas y/o específicas para poder ejercer como ciudadanos de pro. Si bien es necesario tener un cuerpo de profesores plenamente concienciados con el fin de la educación, así como con su finalidad última, no debemos cargar en las espaldas de estos profesionales una responsabilidad tan relevante, como la que implicaría convertirlos en los únicos elementos formadores y socializadores de la infancia. Por ello, se presenta esencial ofrecer un apoyo continuo a la figura del docente. Pero este apoyo no puede centrarse sólo y exclusivamente en un refuerzo moral, sino que debe ir acompañado de un conjunto de procesos formativos que les ayuden a reciclarse profesionalmente, así como, por una serie de recursos que les permitan poder desarrollar correctamente su labor y enfrentarse a las diferentes situaciones que puedan llegar a condicionar su práctica docente. Pero este respaldo no puede recaer únicamente en la administración, sino que debe ser un compromiso pleno con la educación, que asuman todos los agentes que componen la comunidad educativa; nos referimos a padres, alumnos, equipos directivos, administración… y, en general, a la sociedad en su conjunto.>>
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Vovliendo a las reflexiones la periodista argentina Micaela Urdinez, <<A
la hora de pensar estrategias para revertir esta situación y devolver
el prestigio al docente, los referentes apuntan a la necesidad de
reconstruir el diálogo entre los padres, los docentes y la escuela, y de
generar políticas públicas que acompañen y faciliten la tarea docente.>>. Micaela pone el acento cómo conseguirlo, de nuevo a través de las palabras de Florencia Mezzadra: "Esto
se puede revertir con una política integral que incluya un compromiso
de los líderes políticos revalorizando la figura del docente en los
discursos políticos, campañas institucionales, brindando mejor
capacitación, visibilizando excelentes escuelas y docentes a través de
premios a buenas prácticas y dándoles salarios importantes. Hay que
valorizarlo simbólica y económicamente, si no todo se queda en el
discurso".
Un ejemplo de que la importancia de la visibilización de la labor social de los y las docentes es lo ocurrido con la pandemia debida a la COVID-19, que ha puesto de manifiesto el carácter esencial de dicha labor. En este sentido, escuchar al profesorado en foros más allá de los propios de la comunidad educativa, también es crucial pues, como señalan en este artículo de prensa digital: <<A los maestros los medios les ceden poco la palabra, salvo cuando ganan un concurso>>.
REFERENCIAS
Jiménez, E. P. (2008). El papel del profesorado en la actualidad. Su función docente y social. Foro de educación, 6(10), 325-345.
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